sábado, 7 de diciembre de 2019

El Maestro

De  esto hace   ya  bastantes  años. Exactamente     cuando   el  V.M. Samael   Aun  Weor estaba concluyendo   sus “Misterios Mayores”. En las  ultimas   cuartillas   de esta Obra el  Maestro    escribía:    “Desgraciadamente       contamos    con   los  dedos  los  que están preparados para la Gnosis,  solo dos  personas hemos  conocido preparados para esto: un indio y una mujer  analfabetos”.


Aquel   era  “Joaco”,    el  indio   de la  Sierra de  Santa  Marta en  Colombia.   Joaquín

Amortegui   Valbuena   era su nombre.





Pasaron   los años  y nuestro   Avatara develó  la enseñanza a la humanidad   de Acuario  y el Movimiento  Gnóstico  creció  rápidamente    en América.


Poco  antes de finalizar su Gran  Obra,  el mismo  Maestro   Samael   miro  hacia atrás y pudo  comprobar   que entre su Ejército  nadie era capaz  de seguirle. Tan solo a lo lejos, escalando    una de las  Tres  Montañas, vio  a alguien   que venia   tras sus pasos, vio nuevamente     al  indio  “Joaco”,   vio  a un  Águila   Rebelde:   el  V.M.  Rabolú.  Joaquín Amortegui   Valbuena   era el nombre de su Bodhisatwa.


Ese indio de la Sierra  de Santa  Marta  recibió las Enseñanzas    igual  que los demás.   “Yo despegue de la manada -aclara  el propio  V.M. Rabolú  en esta Obra-  por mi inquietud y  porque   no  quería   comerle cuentos  ni  al  Maestro   ni  a nadie,   o  sea, yo  fui  un rebelde”.


Joaquín    Amortegui    Valbuena    fue  un  seguidor    del  Maestro   Samael   que desde   el primer momento  entro  a practicar,   entro  a prepararse esotéricamente, trabajo  con los Tres  Factores   de la Revolución  de la Conciencia.   Tenía  siempre   presente aquello  que había   dicho  el  Maestro,   que “el  Intelectual,    por  falta  de un  punto   o de una coma, pierde   el  sentido   de la  oración”,   que “el  intuitivo   sabe leer  donde   el  Maestro   no escribe, y escuchar   donde  el Maestro  no habla”.

De esta manera,   fue el único  capaz  de sembrar  aquel  puñado   de semillas  que le diera el Maestro  Samael  antes de abandonar su cuerpo  físico.


De  esta manera,   el V.M. Rabolú  es el único  capaz  de recoger  sus frutos;  “porque   he seguido   mi comunicación   con  él, por  eso  es que he  enfrentado   mucho  más  fuerte  mi trabajo  y estoy  luchando   por la obra  que dejó el V.M. Samael,  para que la obra  no se desintegre y presentarla ante las Jerarquías Superiores   como OBRA VERDADERA”


Y su misión  es ésta: la de orientar  al discípulo.   Para  que,  a su vez, el discípulo   pueda presentar su “obra  verdadera” particular.   Ninguno  de nosotros   por el mero hecho  de seguir  sus   orientaciones,  por   la  simple  circunstancias  de   pertenecer  a  las Instituciones    Gnósticas   existentes en el mundo  tenemos   asegurada una plaza  para el Éxodo.   Eso  únicamente     se logra   trabajando aquí   y  ahora.   Muriendo,   Naciendo   y Sacrificándonos  por  la  Humanidad    siguiendo  el  ejemplo   del  V.M.  Rabolú.   A  las personas se les conoce por sus Hechos.


Lo importante    es comprender    que la Gnosis  no nos  necesita a nosotros.   Tan  solo  el verdadero    Rebelde    sabe  que la  Gnosis   le  es necesaria.     Tan  solo   el  Verdadero Rebelde  sabe  que su vida esta  al servicio  de la Gnosis,  y no al revés.


Esta es la orientación   que un  día  recibiera aquel  campesino    de tez morena   a quien nuestro    Maestro  Samael  llamaba  “Joaco”…