De esto hace ya bastantes años. Exactamente cuando el V.M. Samael Aun Weor estaba concluyendo sus “Misterios Mayores”. En las ultimas cuartillas de esta Obra el Maestro escribía: “Desgraciadamente contamos con los dedos los que están preparados para la Gnosis, solo dos personas hemos conocido preparados para esto: un indio y una mujer analfabetos”.
Aquel era “Joaco”, el indio de la Sierra de Santa Marta en Colombia. Joaquín
Amortegui Valbuena era su nombre.
Pasaron los años y nuestro Avatara develó la enseñanza a la humanidad de Acuario y el Movimiento Gnóstico creció rápidamente en América.
Poco antes de finalizar su Gran Obra, el mismo Maestro Samael miro hacia atrás y pudo comprobar que entre su Ejército nadie era capaz de seguirle. Tan solo a lo lejos, escalando una de las Tres Montañas, vio a alguien que venia tras sus pasos, vio nuevamente al indio “Joaco”, vio a un Águila Rebelde: el V.M. Rabolú. Joaquín Amortegui Valbuena era el nombre de su Bodhisatwa.
Ese indio de la Sierra de Santa Marta recibió las Enseñanzas igual que los demás. “Yo despegue de la manada -aclara el propio V.M. Rabolú en esta Obra- por mi inquietud y porque no quería comerle cuentos ni al Maestro ni a nadie, o sea, yo fui un rebelde”.
Joaquín Amortegui Valbuena fue un seguidor del Maestro Samael que desde el primer momento entro a practicar, entro a prepararse esotéricamente, trabajo con los Tres Factores de la Revolución de la Conciencia. Tenía siempre presente aquello que había dicho el Maestro, que “el Intelectual, por falta de un punto o de una coma, pierde el sentido de la oración”, que “el intuitivo sabe leer donde el Maestro no escribe, y escuchar donde el Maestro no habla”.
De esta manera, fue el único capaz de sembrar aquel puñado de semillas que le diera el Maestro Samael antes de abandonar su cuerpo físico.
De esta manera, el V.M. Rabolú es el único capaz de recoger sus frutos; “porque he seguido mi comunicación con él, por eso es que he enfrentado mucho más fuerte mi trabajo y estoy luchando por la obra que dejó el V.M. Samael, para que la obra no se desintegre y presentarla ante las Jerarquías Superiores como OBRA VERDADERA”
Y su misión es ésta: la de orientar al discípulo. Para que, a su vez, el discípulo pueda presentar su “obra verdadera” particular. Ninguno de nosotros por el mero hecho de seguir sus orientaciones, por la simple circunstancias de pertenecer a las Instituciones Gnósticas existentes en el mundo tenemos asegurada una plaza para el Éxodo. Eso únicamente se logra trabajando aquí y ahora. Muriendo, Naciendo y Sacrificándonos por la Humanidad siguiendo el ejemplo del V.M. Rabolú. A las personas se les conoce por sus Hechos.
Lo importante es comprender que la Gnosis no nos necesita a nosotros. Tan solo el verdadero Rebelde sabe que la Gnosis le es necesaria. Tan solo el Verdadero Rebelde sabe que su vida esta al servicio de la Gnosis, y no al revés.
Esta es la orientación que un día recibiera aquel campesino de tez morena a quien nuestro Maestro Samael llamaba “Joaco”…