viernes, 6 de marzo de 2015

Trabajo Crístico



El Cristo Íntimo surge interiormente en el trabajo relacionado con la disolución del Yo Psicológico.

Obviamente, el Cristo interior sólo adviene en el momento cumbre de nuestros esfuerzos intencionales y padecimientos voluntarios.

El advenimiento del fuego Crístico es el evento más importante de nuestra propia vida.

El Cristo Íntimo se hace entonces cargo de todos nuestros procesos mentales, emocionales, motores, instintivos y sexuales.

Incuestionablemente, el Cristo Íntimo es nuestro salvador interior profundo.

El, siendo perfecto, al meterse en nosotros parecería como imperfecto; siendo casto, parecería como si no lo fuese; siendo justo parecería como si no lo fuese.

Esto es semejante a los distintos reflejos de la luz. Si usamos anteojos azules, todo nos parecerá azul, y si los usamos de color rojo, veremos todas las cosas de este color.

El, aunque sea blanco, visto desde afuera, cada cual le verá a través del cristal psicológico con que se le mira; por eso es que las gentes viéndole, no le ven.

Al hacerse cargo de todos nuestros procesos psicológicos, el Señor de perfección sufre lo indecible.

Convertido en hombre entre los hombres, ha de pasar por muchas pruebas y soportar tentaciones indecibles.

La tentación es fuego, el triunfo sobre la tentación es luz.

El Iniciado debe aprender a vivir peligrosamente; así está escrito; esto lo saben los Alquimistas.

El Iniciado debe recorrer con firmeza la Senda del Filo de la Navaja; a uno y otro lado del difícil camino, existen abismos espantosos.

En la difícil senda de la disolución del Ego, existen complejos caminos que tienen su raíz precisamente en el camino real.

Obviamente, de la senda del Filo de la Navaja se desprenden múltiples sendas que no conducen a ninguna parte; algunas de ellas nos llevan al abismo y a la desesperación.

Existen sendas que podrían convertirnos en majestades de tales o cuales zonas del Universo, pero que de ningún modo nos traerían de regreso al seno del Eterno Padre Cósmico Común.

Existen sendas fascinantes, de santísima apariencia, inefables, desafortunadamente, sólo pueden conducirnos a la involución sumergida de los mundos infiernos.

En el trabajo de la disolución del Yo, necesitamos entregarnos por completo al Cristo Interior.

A veces, aparecen problemas de difícil solución; de pronto el camino se pierde en laberintos inexplicables y no se sabe por dónde continúa; sólo la obediencia absoluta al Cristo Interior y al Padre que está en secreto, pueden en tales casos orientarnos sabiamente.

La senda del Filo de la Navaja está llena de peligros por dentro y por fuera.

La moral convencional de nada sirve; la moral es esclava de las costumbres, de la época, del lugar.

Lo que fue moral en épocas pasadas, ahora resulta inmoral; lo que fue moral en la Edad Media, por estos tiempos modernos puede resultar inmoral. Lo que en un país es moral en otro país es inmoral, etc.

En el trabajo de la disolución del Ego, sucede que a veces, cuando pensamos que vamos muy bien, resulta que vamos muy mal.

Los cambios son indispensables durante el avance esotérico, mas las gentes reaccionarias permanecen embotelladas en el pasado; se petrifican en el tiempo y truenan y relampaguean contra nosotros a medida que realizamos avances psicológicos de fondo y cambios radicales.

La gente no resiste los cambios del Iniciado, quieren que éste continúe petrificado en múltiples ayeres.

Cualquier cambio que el Iniciado realizare es clasificado de inmediato como inmoral.

Mirando las cosas desde este ángulo, a la luz del trabajo crístico, podemos evidenciar claramente, la ineficacia de los diversos códigos de moral que en el mundo se han escrito.

Incuestionablemente, el Cristo manifiesto y sin embargo, oculto, en el corazón del hombre real, al hacerse cargo de nuestros diversos estados psicológicos, siendo desconocido para las gentes, es de hecho calificado como cruel, inmoral y perverso.

Resulta paradójico que las gentes adoren al Cristo y sin embargo, le acomoden tan horripilantes calificativos.

Obviamente, las gentes inconscientes y dormidas sólo quieren un Cristo histórico, antropomórfico, de estatuas y dogmas inquebrantables, al cual puedan acomodar fácilmente todos sus códigos de moral torpe y rancia y todos sus prejuicios y condiciones.

Las gentes no pueden concebir jamás al Cristo Íntimo en el corazón del hombre; las multitudes sólo adoran al Cristo estatua y eso es todo.

Cuando uno habla a las multitudes, cuando uno les declara el crudo realismo del Cristo revolucionario, del Cristo rojo, del Cristo rebelde, de inmediato recibe calificativos como los siguientes: blasfemo, hereje, malvado, profanador, sacrílego, etc.

Así son las multitudes, siempre inconscientes, siempre dormidas. Ahora comprenderemos por qué el Cristo crucificado en el Gólgota exclama con todas las fuerzas de su alma: ¡Padre mío, perdónalos porque no saben lo que hacen!

El Cristo en sí mismo, siendo uno, aparece como muchos; por eso se ha dicho que es unidad múltiple perfecta. Al que sabe, la palabra da poder; nadie la pronunció, nadie la pronunciará, sino solamente aquel que LO TIENE ENCARNADO.

Encarnarlo es lo fundamental en el trabajo avanzado del Yo pluralizado.

El señor de perfección trabaja en nosotros a medida que nos esforzamos conscientemente en el trabajo sobre sí mismos.

Resulta espantosamente doloroso el trabajo que el Cristo Íntimo tiene que realizar dentro de nuestra propia psiquis.

En verdad que nuestro Maestro interior debe vivir todo su vía crucis en el fondo mismo de nuestra propia alma.

Escrito está: A Dios rogando y con el mazo dando. También está escrito: Ayúdate que yo te ayudaré.

Suplicar a la Divina Madre Kundalini es fundamental cuando se trata de disolver agregados psíquicos indeseables, empero el Cristo Íntimo en los trasfondos más profundos del mí mismo, opera sabiamente de acuerdo con las propias responsabilidades que él echa sobre sus hombros.


Fuente: Libro: La Gran Rebelión.- Autor: VM Samael