sábado, 7 de diciembre de 2019

Preliminares


Me dirijo, no como una despedida al pueblo gnóstico aquí presente, sino mi deseo es que nos volvamos a ver muy pronto, siempre en el camino de la batalla, de la lucha por nuestra Liberación.


Por eso no les digo adiós sino hasta luego, porque nos veremos en el camino que todos y cada uno de nosotros vamos escalando —en mayor o menor escala—, pero todos vamos por el camino de la Liberación, del Conocimiento, para poder llegar a nuestra meta, que cada uno de nosotros nos hemos trazado. Cueste lo que cueste, y pase lo que pase, llegaremos con la ayuda de nuestro Padre y nuestra Madre. Tengamos mucha fe, que ellos nos darán el valor, la fuerza y la fe para superar todos los obstáculos que se nos presenten en el camino para llegar a nuestro Padre, que espera pacientemente que nosotros retornemos al seno de él.

¡Somos hijos pródigos! Somos elementos ingratos con nuestro Padre, pero acordémonos que en nuestras manos está la Liberación —el acercamiento hacia ellos—, que es lo que importa en estos momentos. Somos pecadores pero no seguiremos pecando. Seguiremos adelante, avanzando, que cada paso que damos hacia adelante es un paso que nos acerca más a nuestro Padre, a nuestro Real Ser, que es la verdadera felicidad dentro de cada
uno de nosotros.
Aquello que llamamos felicidad, aquello que nos hace sonreír en el mundo, no es sino un juguete que la misma naturaleza, la misma ignorancia de nosotros, nos ha llevado a esos extremos. ¿De cuál felicidad se habla en un planeta tal como en el que vivimos?
La felicidad la encontramos cada uno dentro de nosotros mismos. La felicidad está en la unión con el Padre. ¡Esa es la verdadera felicidad que permanece y perdura por los
siglos de los siglos!
De modo pues, no nos engañemos más, hermanos. Ya nos hemos engañado a través de los siglos y es justo que dejemos de engañarnos, que seamos sinceros con nosotros mismos y busquemos el camino que verdaderamente nos conduce a la Felicidad, al Absoluto, ¡a nuestra Liberación!

Paz Inverencial V.M. Rabolú

Discurso de clausura del I Encuentro Internacional del Movimiento Gnóstico Cristiano universal, celebrado en Medellín, Colombia, en diciembre de 1985.